INTRODUCCIÓN
Realicé un profundo análisis sobre
aspectos que vinculan a los derechos fundamentales establecidos en la
Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia de 2009. Comprendí
que no hay más camino que el conocimiento, el saber, el conocer y promover la
cultura, los valores y la dignidad de las personas humanas, para al menos
acceder a una mejor calidad de vida “strictu sensu”.
El concepto de vivir bien es ilusorio,
casi simbólico, poco creíble cuando una sociedad sólo es permisiva o pasiva, lo
único que hace es aceptar sin condiciones porque desconoce sus derechos
civiles, políticos, económicos y culturales, principalmente. Es presa fácil
para ser atrapada por la ignorancia, la indiferencia y la falta de respeto a
las autoridades legítimamente elegidas; el respeto a los demás, a la
Constitución y las leyes se esfuman fácilmente.
En estos últimos tiempos pude observar
diáfanamente y me llama la atención, acerca de un fenómeno social extraño que
se está generalizado en la población civil. Ese fenómeno extraño es la crisis
social que se agudizó notoriamente lo cual es imposible esconder. Es la
realidad que actualmente deteriora a la sociedad Latinoamericana, esta crisis
cultural implica la pérdida de valores sociales, morales y éticos,
principalmente la dignidad. Lo más preciado del ser humano se ha corroído por
intereses oscuros sin precedentes que denigran y desequilibran todo el orden
social legítimamente constituido.
CULTURA
El concepto cultura tiene diversas
acepciones, por ejemplo, cultura folclórica, artística, religiosa, etcétera.
Sin embargo, me refiero al aspecto que involucra el acto de cultivar los
conocimientos humanos y de afinarse, por medio del ejercicio, las facultades
intelectuales del hombre. Es la fuente de los valores en sentido amplio. No es
propio de ningún país ni imperio ni sociedad, es de la especie humana. Es
cierto que el desarrollo depende de cuánto valor se le atribuye y practica en
su diario vivir y la formación de sus valores.
DIGNIDAD
Calidad de digno, aquél que merece algo.
Indica siempre un buen concepto, en contraposición a indigno. La dignidad es
atribuible a la persona humana por el sólo hecho de ser humano. En derecho,
“sujeto de derecho”, esa cualidad es tutelada por el Estado mediante la
Constitución artículo 14, I. “Todo ser humano tiene personalidad y capacidad
jurídica con arreglo a las leyes y goza de los derechos reconocidos por esta
Constitución, sin distinción alguna”, en concordancia con el artículo 21 del
mismo texto constitucional.
La dignidad es un valor humano propio del
ius naturalismo, que se proclamó en la Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano de 1789 y que, a partir de entonces, forma parte estructural de
los principios rectores del liberalismo, plasmado en las constituciones del ius
positivismo.
CRISIS
CULTURAL, UN PROBLEMA EMBLEMÁTICO
Es cierto que la crisis cultural se
profundiza aún más cuando se vulneran los valores exegéticos, la esencia del
deber ser del orden socialmente constituido. Como dije en uno de mis libros,
“una nación no se mide por la magnitud de su población, sino por su cultura”.
El problema se torna emblemático cuando las personas humanas pierden el eslabón
del intelecto y se convierten en prisioneros de la mediocridad de su propia
ignorancia, enceguecidos por la vil ambición de poder económico, político y
social. La pérdida de los valores humanos provoca la decadencia moral y
espiritual, la más peligrosa del género humano. Hoy en día, es frecuente el
vacío moral e intelectual de las personas. Cada vez se leen menos libros, hay
una inclinación férrea por la Internet con fines ofensivos, destructivos, en
masa. Esto es abundante y se sumerge en la inmoralidad reprochable. Tuve la
experiencia de haber vivido y pude comprobar con certeza que la mayoría de los
que participaron en un evento cualquiera, no leyeron la Constitución Política
del Estado, ni la tapa siquiera y menos el contenido, una situación penosa,
cuando debería haber sido leída por lo menos acerca de los derechos y deberes
que todos los bolivianos tenemos la obligación de saber, conocer, cumplir y
hacer cumplir. Sin embargo, la cultura está en crisis, no por factores externos
y ajenos, sino por la misma actitud pasiva de la sociedad. El fenómeno extraño
es generalizado también en la región latinoamericana, como una corriente que
arrasa con la sociedad civil sin precedentes.
CORRUPCIÓN
PÚBLICA, RESULTADO DE LA CRISIS CULTURAL
Es difícil aceptar la realidad de la que
no se puede huir. Si nos quedamos indiferentes, sería más grave aún,
significaría llevarla de por vida como carga de conciencia. Esta crisis se
asienta en un grupo social sediento de poder público que persigue beneficios e
intereses personales, en desmedro de la mayoría de la población. Hay hechos
frecuentes que hacen más vulnerable a la población civil; los delitos del
tráfico de drogas, trata de personas, tráfico de órganos, el contrabando, entre
otros, realizados por corporaciones internacionales del crimen organizado.
Para comprender mejor lo que digo,
prefiero ilustrar lo que significa el vocablo. Corrupción proviene de la
palabra latina “corrumpere” que significa romper algo entre dos, destruir
conjuntamente en su integridad, y del adjetivo latín “corruptus”, que quiere
decir estropeado, descompuesto o destruido. De acuerdo con el Concise Oxford English
Dictionary, un significado de corromper en el contexto es sobornar, y
corrupción equivale a deterioro moral.
No es exagerado sostener que la crisis
cultural y de los valores arrasa con la ética y la moral de la función pública
y, por qué no decirlo, también con la del sector privado. Ambos engendran la
corrupción y los fines ilícitos. Es frecuente escuchar en el común de la gente
decir “la corrupción está institucionalizada”.
Nada más falso. La corrupción es una
conducta ilícita delincuencial y criminal propia del ser humano y no adquiere
categoría institucional jurídica. El delito es intuitu persona. Ninguna entidad
como persona colectiva o jurídica comete la conducta ilícita por sí sola. Los
servidores públicos son los que, en el ejercicio de la función pública,
cometen, en términos jurídicos, el cohecho activo y cohecho pasivo, es decir,
el que da y el que recibe. Cualquiera sea la entidad pública, las
características son las mismas, aunque de diferente manera llegan al mismo
resultado de corrupción.
La corrupción es contagiosa y no respeta
fronteras sectoriales. Se impregna fácilmente en el estrato social de poder y
busca favoritismos y clientelismo que destruye lo moral, viola las normas
jurídicas y queda impune. Cuánta razón tuvo Jean-Jacques Rousseau al decir:
“Todo es perfecto al salir de las manos del Creador y todo se degenera en manos
de los hombres”. No me resisto ante la realidad histórica de este mal endémico,
que devora personas nobles y causa la pobreza espiritual y material. No
comparto lo dicho por un ex embajador argentino en Estados Unidos: La
corrupción en la Argentina no le preocupa a la gente porque la práctica.
La corrupción constituye un verdadero
cáncer social caracterizado por su “metástasis”. No se trata de un fenómeno
reciente ni mucho menos, pues ha acompañado a la historia desde sus principios.
Rafael Lomeña Caro, 2010, en su obra titulada “El Poder y la Corrupción un
problema social con metástasis”, hace mención a cinco factores muy importantes
y los reproduzco:
-Factor contextual: el individuo
corruptible pasa a formar parte de un sistema ya corrupto y se limita a
“imitar” al resto de los miembros de su entorno como parte de adopción al
sistema.
-Factor educativo: principios morales y
éticos inculcados al individuo. La carencia de conciencia cívica y de sólidos
principios éticos hace al individuo más vulnerable y corruptible.
-Factor experimental: la observación
frecuente y sistemática de injusticias y el padecimiento de las mismas por
parte del individuo, pueden terminar llevándolo a una pérdida de credibilidad
en el sistema de poder que llega a ver éste como un enemigo, haciéndole
corruptible en mayor o menor grado.
-Factor discriminatorio: pérdida de
confianza en el sistema, a partir de un padecimiento discriminatorio de forma
sistemática. Un claro ejemplo lo tenemos en la prebenda política, el
clientelismo y otros retributivos en perjuicio de los demás.
CONCLUSIONES
Antes quiero citar lo dicho por Eugenio
Raúl Zaffaroni (ahora ex juez de la Suprema Corte Federal Argentina): “Las
normas penales jamás dieron solución a los problemas sociales”.
Hoy en día este fenómeno se está dando en
toda la región latinoamericana. Tenemos normas que criminalizan y sancionan
penalmente a los corruptos, pero cada vez hay más corruptos, el clientelismo y
el prebendalismo continúan, aunque de manera diferente. Sin embargo, están
latentes, pasan casi desapercibidos, pero dispuestos para cualquier oportunidad
que se les presente.
No me cansaré de hacer manifiesto,
cuantas veces sea necesario, que, si queremos realmente un país próspero,
libre, con cultura y dignidad, cambiemos de actitud y de conducta. Apostemos a
recuperar los valores perdidos, dedicando más tiempo y espacio a la difusión de
la cultura y la puesta en práctica, por el bien de las futuras generaciones.
Así, podremos al menos reducir al mínimo, si no es que, a eliminar por completo
el fenómeno extraño de la crisis cultural y de valores sociales.
Edición original editada en México 2016.
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