domingo, 15 de octubre de 2017

LA CRISIS DE CULTURA, VALORES Y DIGNIDAD FACILITAN LA CORRUPCIÓN PÚBLICA

INTRODUCCIÓN

Realicé un profundo análisis sobre aspectos que vinculan a los derechos fundamentales establecidos en la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia de 2009. Comprendí que no hay más camino que el conocimiento, el saber, el conocer y promover la cultura, los valores y la dignidad de las personas humanas, para al menos acceder a una mejor calidad de vida “strictu sensu”.

El concepto de vivir bien es ilusorio, casi simbólico, poco creíble cuando una sociedad sólo es permisiva o pasiva, lo único que hace es aceptar sin condiciones porque desconoce sus derechos civiles, políticos, económicos y culturales, principalmente. Es presa fácil para ser atrapada por la ignorancia, la indiferencia y la falta de respeto a las autoridades legítimamente elegidas; el respeto a los demás, a la Constitución y las leyes se esfuman fácilmente. 

En estos últimos tiempos pude observar diáfanamente y me llama la atención, acerca de un fenómeno social extraño que se está generalizado en la población civil. Ese fenómeno extraño es la crisis social que se agudizó notoriamente lo cual es imposible esconder. Es la realidad que actualmente deteriora a la sociedad Latinoamericana, esta crisis cultural implica la pérdida de valores sociales, morales y éticos, principalmente la dignidad. Lo más preciado del ser humano se ha corroído por intereses oscuros sin precedentes que denigran y desequilibran todo el orden social legítimamente constituido.

CULTURA

El concepto cultura tiene diversas acepciones, por ejemplo, cultura folclórica, artística, religiosa, etcétera. Sin embargo, me refiero al aspecto que involucra el acto de cultivar los conocimientos humanos y de afinarse, por medio del ejercicio, las facultades intelectuales del hombre. Es la fuente de los valores en sentido amplio. No es propio de ningún país ni imperio ni sociedad, es de la especie humana. Es cierto que el desarrollo depende de cuánto valor se le atribuye y practica en su diario vivir y la formación de sus valores.

DIGNIDAD

Calidad de digno, aquél que merece algo. Indica siempre un buen concepto, en contraposición a indigno. La dignidad es atribuible a la persona humana por el sólo hecho de ser humano. En derecho, “sujeto de derecho”, esa cualidad es tutelada por el Estado mediante la Constitución artículo 14, I. “Todo ser humano tiene personalidad y capacidad jurídica con arreglo a las leyes y goza de los derechos reconocidos por esta Constitución, sin distinción alguna”, en concordancia con el artículo 21 del mismo texto constitucional.

La dignidad es un valor humano propio del ius naturalismo, que se proclamó en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 y que, a partir de entonces, forma parte estructural de los principios rectores del liberalismo, plasmado en las constituciones del ius positivismo.

CRISIS CULTURAL, UN PROBLEMA EMBLEMÁTICO

Es cierto que la crisis cultural se profundiza aún más cuando se vulneran los valores exegéticos, la esencia del deber ser del orden socialmente constituido. Como dije en uno de mis libros, “una nación no se mide por la magnitud de su población, sino por su cultura”. El problema se torna emblemático cuando las personas humanas pierden el eslabón del intelecto y se convierten en prisioneros de la mediocridad de su propia ignorancia, enceguecidos por la vil ambición de poder económico, político y social. La pérdida de los valores humanos provoca la decadencia moral y espiritual, la más peligrosa del género humano. Hoy en día, es frecuente el vacío moral e intelectual de las personas. Cada vez se leen menos libros, hay una inclinación férrea por la Internet con fines ofensivos, destructivos, en masa. Esto es abundante y se sumerge en la inmoralidad reprochable. Tuve la experiencia de haber vivido y pude comprobar con certeza que la mayoría de los que participaron en un evento cualquiera, no leyeron la Constitución Política del Estado, ni la tapa siquiera y menos el contenido, una situación penosa, cuando debería haber sido leída por lo menos acerca de los derechos y deberes que todos los bolivianos tenemos la obligación de saber, conocer, cumplir y hacer cumplir. Sin embargo, la cultura está en crisis, no por factores externos y ajenos, sino por la misma actitud pasiva de la sociedad. El fenómeno extraño es generalizado también en la región latinoamericana, como una corriente que arrasa con la sociedad civil sin precedentes.

CORRUPCIÓN PÚBLICA, RESULTADO DE LA CRISIS CULTURAL

Es difícil aceptar la realidad de la que no se puede huir. Si nos quedamos indiferentes, sería más grave aún, significaría llevarla de por vida como carga de conciencia. Esta crisis se asienta en un grupo social sediento de poder público que persigue beneficios e intereses personales, en desmedro de la mayoría de la población. Hay hechos frecuentes que hacen más vulnerable a la población civil; los delitos del tráfico de drogas, trata de personas, tráfico de órganos, el contrabando, entre otros, realizados por corporaciones internacionales del crimen organizado.

Para comprender mejor lo que digo, prefiero ilustrar lo que significa el vocablo. Corrupción proviene de la palabra latina “corrumpere” que significa romper algo entre dos, destruir conjuntamente en su integridad, y del adjetivo latín “corruptus”, que quiere decir estropeado, descompuesto o destruido. De acuerdo con el Concise Oxford English Dictionary, un significado de corromper en el contexto es sobornar, y corrupción equivale a deterioro moral.

No es exagerado sostener que la crisis cultural y de los valores arrasa con la ética y la moral de la función pública y, por qué no decirlo, también con la del sector privado. Ambos engendran la corrupción y los fines ilícitos. Es frecuente escuchar en el común de la gente decir “la corrupción está institucionalizada”.

Nada más falso. La corrupción es una conducta ilícita delincuencial y criminal propia del ser humano y no adquiere categoría institucional jurídica. El delito es intuitu persona. Ninguna entidad como persona colectiva o jurídica comete la conducta ilícita por sí sola. Los servidores públicos son los que, en el ejercicio de la función pública, cometen, en términos jurídicos, el cohecho activo y cohecho pasivo, es decir, el que da y el que recibe. Cualquiera sea la entidad pública, las características son las mismas, aunque de diferente manera llegan al mismo resultado de corrupción.

La corrupción es contagiosa y no respeta fronteras sectoriales. Se impregna fácilmente en el estrato social de poder y busca favoritismos y clientelismo que destruye lo moral, viola las normas jurídicas y queda impune. Cuánta razón tuvo Jean-Jacques Rousseau al decir: “Todo es perfecto al salir de las manos del Creador y todo se degenera en manos de los hombres”. No me resisto ante la realidad histórica de este mal endémico, que devora personas nobles y causa la pobreza espiritual y material. No comparto lo dicho por un ex embajador argentino en Estados Unidos: La corrupción en la Argentina no le preocupa a la gente porque la práctica.

La corrupción constituye un verdadero cáncer social caracterizado por su “metástasis”. No se trata de un fenómeno reciente ni mucho menos, pues ha acompañado a la historia desde sus principios. Rafael Lomeña Caro, 2010, en su obra titulada “El Poder y la Corrupción un problema social con metástasis”, hace mención a cinco factores muy importantes y los reproduzco:

-Factor contextual: el individuo corruptible pasa a formar parte de un sistema ya corrupto y se limita a “imitar” al resto de los miembros de su entorno como parte de adopción al sistema.

-Factor educativo: principios morales y éticos inculcados al individuo. La carencia de conciencia cívica y de sólidos principios éticos hace al individuo más vulnerable y corruptible.

-Factor experimental: la observación frecuente y sistemática de injusticias y el padecimiento de las mismas por parte del individuo, pueden terminar llevándolo a una pérdida de credibilidad en el sistema de poder que llega a ver éste como un enemigo, haciéndole corruptible en mayor o menor grado.

-Factor discriminatorio: pérdida de confianza en el sistema, a partir de un padecimiento discriminatorio de forma sistemática. Un claro ejemplo lo tenemos en la prebenda política, el clientelismo y otros retributivos en perjuicio de los demás.

CONCLUSIONES

Antes quiero citar lo dicho por Eugenio Raúl Zaffaroni (ahora ex juez de la Suprema Corte Federal Argentina): “Las normas penales jamás dieron solución a los problemas sociales”.

Hoy en día este fenómeno se está dando en toda la región latinoamericana. Tenemos normas que criminalizan y sancionan penalmente a los corruptos, pero cada vez hay más corruptos, el clientelismo y el prebendalismo continúan, aunque de manera diferente. Sin embargo, están latentes, pasan casi desapercibidos, pero dispuestos para cualquier oportunidad que se les presente.

No me cansaré de hacer manifiesto, cuantas veces sea necesario, que, si queremos realmente un país próspero, libre, con cultura y dignidad, cambiemos de actitud y de conducta. Apostemos a recuperar los valores perdidos, dedicando más tiempo y espacio a la difusión de la cultura y la puesta en práctica, por el bien de las futuras generaciones. Así, podremos al menos reducir al mínimo, si no es que, a eliminar por completo el fenómeno extraño de la crisis cultural y de valores sociales.

Edición original editada en México 2016.

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